«Olvidado por Dios es un decir chileno que se refiere a lo indefenso del país, más fácil de explotar que de conservar.» El diseñador gráfico multimedia Pablo Pérez Orellana muestra así su preocupación por la sobreexplotación del medio en su país, que por extensión constituye un problema global directamente relacionado con nuestro sistema de consumo sustentado por los medios de comunicación. De esta manera se aúnan en una misma imagen varias cuestiones vinculadas entre sí: el abuso de la naturaleza, el consumismo y las identidades modificadas a merced de los intereses de la publicidad .
«El proyecto de transformar la cultura en poco más que una colección de extensiones de las marcas no hubiera sido posible sin las políticas de desregulación y de privatización de las últimas tres décadas. En Canadá con Brian Mulroney, en los EE.UU. con Ronald Reagan y en Gran Bretaña con Margaret Thatcher (así como en muchas otras partes del mundo), se redujeron enormemente los impuestos que pagan las empresas, una medida que hizo disminuir los ingresos fiscales y acabó gradualmente con el sector público. A medida que el gasto público se reducía, las escuelas, los museos y las emisoras de radio trataban desesperadamente de equilibrar sus presupuestos, y en consecuencia se sentían dispuestas a asociarse con las empresas privadas. Tampoco venía mal que el clima político de la época se caracterizase por la ausencia de un lenguaje político con el que se pudiese hablar con pasión sobre el valor de una esfera pública no comercializada. Fue la época en que se convirtió al Gobierno en un espantajo y surgió la histeria del déficit, y cuando toda iniciativa política que no estuviera claramente destinada a dar más libertad a las empresas era vilipendiada como causante de la quiebra nacional.» (Naomi Klein, "No Logo", 2000).
Publicidad emitida de forma encubierta en la televisión pública, obras falsas en las ciudades para poder colocar gigantescas lonas con mensajes comerciales, vallas publicitarias colocadas sin la autorización de los Ayuntamientos pertinentes, cadenas de radio anunciando bebidas alcohólicas fuera del horario permitido por la ley...Con todo, es probable que la primera imagen que nos venga a la cabeza a muchos de nosotros al oír la palabra "vandalismo" siga siendo la de los grafiteros firmando en las fachadas de los edificios.
Que la publicidad explora los límites de lo ético y lo legal para producir nuevos impactos en los ciudadanos es un hecho que todos conocemos bien y ante el cual Pablo nos propone invertir los roles, al menos en lo que a espacio público se refiere, considerando responsabilidad de los artistas transformar esta invasión en una ventaja. Según él mismo expresa, el problema de la publicidad no es el canal en sí, sino sus mensajes, y tanto ella como el arte urbano tienen en su base una competencia similar: la apropiación de un territorio. Con esta premisa, el chileno deja su rastro desde la dirección de arte en múltiples publicidades, «mostrando a la sociedad que el diseño está a su servicio, dado que sin ella su estudio no tendría objeto ni objetivo». Y al igual que el diseño está para las personas, así ocurre con la ciudad, donde Pablo desdobla y encola un pajarillo de papel que parece tan eléctrico como sus ilustraciones para camisetas.
Símbolos que recuerdan a logotipos (que a veces lo son, a veces no) se suceden en la imaginería de Pablo con mucho sarcasmo, entremezclando la cultura popular de Chile con el artificio de la globalización. Probablemente sea ante este compendio de inquietudes de donde surge esa inclinación por los iconos propios, hasta el punto de crear una plataforma de referencia internacional para la escena musical santiaguina llamada "The Chileans Underground", que puede seguirse también a través de su página de Facebook y de donde se pueden sacar verdaderos tesoros.
Ese afán por crear redes de comunicación entre personas y campos creativos (diseño-publicidad-arte-música) sin duda tiene mucho que aportar a un proyecto como Ocho por Tres, que de alguna manera tiene un propósito parecido a la hora de conectar artistas de diferentes países y ámbitos, buscando diferentes maneras de encarar un espacio blanco en las calles de esta insólita ciudad española que es Valladolid.